domingo, 23 de octubre de 2011

Sentimiento distinto

El arte encuentra su verdadero significado cuando se mantiene por sí solo sin un significado determinado. Cuando deja de ser una metáfora de algo, cuando se alza por encima de su simbología, cuando corta los lazos con la realidad intelectiva y se libera en forma de puro sentimiento.  Las notas sólo son notas, los colores sólo son colores… pero a veces pueden llegar a sitios que ni sabes que existen. Pueden combinarse de una manera concreta para generar una emoción única. De repente, un libro, una película, una canción… te coge por sorpresa. Encuentra algo nuevo en ti, abre un acceso desconocido. A veces, incluso puede “desbloquear” algo permanente. Es el sentimiento distinto, el verdadero hallazgo de la búsqueda artística.

Hace unos años, visitaba el museo Van Gogh en Amsterdam. Visitar museos y monumentos es una clase de turismo que serpentea entre el interés y la obligación. Siempre hay una parte de mí que ve las estatuas o los cuadros o los edificios con cierta ansiedad por tacharlos de la lista. Si bien me gustaba Van Gogh, no derribó mi pared hasta que me topé con “Los Comedores de Patatas”. Conocía “La Habitación” o “La Noche Estrellada”, pero no tenía ni idea de la existencia de aquel cuadro. Así que estaba ahí delante, sin ningún prejuicio, sin ninguna idea preconcebida… y simplemente me llegó. Me cayó encima, porque me estaba dando muchas cosas al mismo tiempo: me obligaba a hacerme preguntas, me enseñaba cosas sobre la pintura que yo no sabía y, simplemente, me conmovía. Sobrecogido, entendía que nada en la Tierra me había hecho sentir nunca como “Los Comedores de Patatas”. Detectaba que había ahí un sentimiento distinto, algo que había sentido ya otras veces pero que, a la vez, no se parecía a nada.


El arte busca la verdad. No creo que quepa mucha duda en eso. Pero es un verdadero reto encontrar palabras para definir la verdad más allá de su sentido académico. Existe una verdad objetiva, existe una verdad para todo. Esta verdad absoluta es, sin embargo, inalcanzable. Somos incapaces de poseerla. Pero hay algo en nosotros que puede reconocerla. 

El artista está condenado a tratar de llegar a esa objetividad utilizando su subjetividad. El lenguaje musical, el audiovisual, el literario… son medios de búsqueda. El artista tantea, intentando encontrar esa verdad, que en el caso del arte se expresa de manera subconsciente. Cuando una obra de arte roza esa verdad, suelta un chispazo, encarna una identidad, encuentra el sentimiento distinto. Nuestro cerebro (o nuestra alma, si se desea) tiene la capacidad de anticipar el sentimiento antes de que nuestra inteligencia lo asimile. En una canción, por ejemplo, la emoción nos llega antes de que sepamos cómo nos llega. Pero los mecanismos de expresión están ahí: las notas, la intensidad, el timbre, el tempo… todo se puede estudiar y decodificar pero, sin embargo, nuestro subconsciente ya lo sabe. 

Cuando encontramos el sentimiento distinto, encontramos la identidad de la obra. Si esta tiene personalidad propia, si consigue distanciarse de las demás por méritos propios, estamos hablando de arte de verdad, de algo capaz de posicionarse por encima de nosotros. Porque el arte está hecho por humanos que buscan dentro de sí mismos y del mundo que les rodea, pero que sólo es expresable mediante códigos estéticos que sólo podemos decodificar desde dentro. 

Escuché el disco Tomboy de Panda Bear por recomendación de Edu. Me llegó realmente en la tercera o cuarta escucha, en la canción Last Night at the Jetty (que adjunto más abajo). En el minuto 1:48 la voz comienza a cantar: I know, I know, I know, I know / I KNOW I KNOW I KNOW I KNOWEse cambio entre los primeros cuatro I know y los restantes me generó inmediatamente una emoción extraña, como si estuviera escuchando algo que no había escuchado en mi vida. Aunque es una pequeña parte de la canción, da sentido a la misma y cristaliza la identidad del disco y del artista. Porque logra penetrar mi esencia, mi verdad. Me conecta con lo que estoy escuchando y dejamos de ser dos cosas separadas.

Fui a casa de Edu hace unos días. Le dije que había escuchado el disco en condiciones, pero no hablamos de él. Mucho menos de esa canción y de ese momento concreto. Ambos estábamos en estancias separadas de la casa (él en su cuarto, yo en el salón) mientras Last Night at the Jetty sonaba. Y de repente, cuando el momento comentado estaba a punto de llegar, Edu salió de su cuarto con una gran sonrisa en la cara y, mirándome con toda la amistad del mundo, me cantó: I know I know I know I know / I KNOW I KNOW I KNOW I KNOW y ahí estaba: nuestra verdad expuesta, a la que Panda Bear había llegado. Y al final, esa verdad se resume en que somos amigos y compartimos cosas esenciales.


Los ejemplos que he ido poniendo y las consideraciones que he hecho son muy personales, ya que sólo dispongo de herramientas subjetivas, como todos. Pero estoy seguro de que todo el mundo que disfrute de la música, del cine, de la pintura, de cualquier manifestación artística, ha experimentado alguna vez el sentimiento distinto.

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