lunes, 3 de octubre de 2011

Primera Experiencia Laboral


No podía esconder las continuas gotas de sudor que recorrían mi frente. Lo que debía haber sido una rutinaria entrevista de trabajo en un despacho claustrofóbico, se había convertido en una clara insinuación sexual. Ahí estaban, cien kilos de peso de grasa mórbida moviéndose sinuosamente hacia mi, acompañados de varios repelentes movimientos de lengua. ¡Joder Edu! muévete, abre la puerta y lárgate del despacho; pero mi cuerpo no respondía a los mandatos cerebrales. No se si se debía a una total parálisis –estado vegetal- o es que en el fondo tenía el morbo de quedarme y saber hasta que punto podía llegar. Anticipó sus grosos muslos hasta mi silla, inclinándose levemente sobre mi hasta que su lengua hizo contacto sobre mi mejilla derecha impregnándola de un fluido tan espeso que parecía que estuviese carcomiéndome la piel. Depositó su culo sobre la mesa al mismo tiempo que levantaba su falda. Cogió mi mano izquierda -arrastrándome junto a la silla de ruedas hasta ella- e introdujo mis dedos índice, medio y anular en sus labios vaginales. Ostia! Lleva una piercing! Comenzó a moverse con indicios orgásmicos sobre la mesa, a la vez que emitía de vez en cuando algún tipo de sonido –aunque a veces creo que eran los chirridos de la mesa-. La goma de sus bragas apretaba una barbaridad, hasta tal punto que el riego sanguíneo se me estaba cortando y mi libertad de movimiento era relativamente reducida. PUM!! PUM!! PUM!! Llamaron a la puerta y se escucho una voz preguntando por ella, pero la puerta estaba cerrada. En un silencio sepulcral, fue en ese justo instante cuando desperté del shock. Mi cuerpo reaccionaba acorde a mi cerebro -dueño de mis movimientos- era el momento de sacar la mano de aquel pozo y huir...

Por algún motivo que por más que recapacite todavía desconozco: me quede.

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