sábado, 29 de octubre de 2011

Los peligros del humor negro

“¿Crees que voy a morir?”, dice la chica de Manchester cuando descubre que su cara está absolutamente roja, en plan Zoidberg. Le digo que sí, para continuar la broma, y después le digo con mi mejor inglés: “¿podemos violarte una vez muerta?”. Su cara cambia: “no hay nada divertido en una violación”. “¡A no ser que te viole un payaso!” le contesto. Oh dios, la cosa se está poniendo fea, pero no puedo evitar empujar los límites: “lo siento, lo siento… ¿puedo poner una canción para disculparme?”, voy directo al Spotify y reproduzco la versión de Richard Cheese de “Rape Me”, original de Nirvana. “Rape meeee my friend le canto. “No deberías hacer ese tipo de bromas porque no sabes si alguna de nosotras ha sido víctima de una violación”, me insiste con toda la seriedad del mundo. Así que me pongo serio yo también: “tienes razón… también es posible que haya un violador por aquí y no le siente bien”. Así que se va a casa, atravesando las calles de Lisboa en la noche. “¡Que no te violen!” me siento tentado a gritarle, pero me callo. Creo que algo así arruinaría nuestra amistad para siempre.

miércoles, 26 de octubre de 2011

MGMT - Congratulations


¿Cómo habrán quedado todas aquellas hordas indies a la espera de un segundo disco de MGMT plagado de nuevos hits que bailar en las fiestas más modernas de la ciudad?

Si lo fácil hubiese sido hacer un disco continuista a la formula “Oracular Spectacular” (2008), con nuevos singles deudores de los macro-coreados “Kids”, “Time to Pretend” y “Electric feel”: No lo encontraran y muchos pensareis: ohh! pero que me cuenta este tipo si los escucho todos los sábados noche en el bar.

Andrew VanWyngarden (guitarra y primera voz) y Ben Goldwasser (teclado y voz), dan una vuelta de tuerca total, presentando lo que podríamos llamar como un nuevo debut. La incorporación de Sonic Boom (productor) deja clara influencia, ya sea en la labor de productor del disco o como gurú del grupo; sumergiendo a los miembros de MGMT en cauces “triperos” totalmente diferenciales al disco predecesor.

El disco nos conduce alternando vuelos altos con descensos a pasajes psicodélicos con aromas a infantil adolescencia -divertidos circos- deudora de los teclados de Ray Manzarek (The Doors) entremezclada con las idas de cabeza del juglar contemporáneo Tim Buckley. No es un disco de primera escucha, pero tiene aquello que te incita a abrir de nuevo la caja del disco, sacarlo, depositarlo en el reproductor para darle seguidamente al play y detenerse una media hora para escuchar. Como bien dije, no es un disco de singles, pero a la hora de poner el disco entre el colectivo de gente que me rodea, he podido intuir especial emoción en temas como Someone's Missing y la sorpresa de una noche en un bar Brian Eno.

Sin ninguna duda, “Congratulations” (2010) es uno de esos discos que me pondría para salir a dar una vuelta al parque.




domingo, 23 de octubre de 2011

Sentimiento distinto

El arte encuentra su verdadero significado cuando se mantiene por sí solo sin un significado determinado. Cuando deja de ser una metáfora de algo, cuando se alza por encima de su simbología, cuando corta los lazos con la realidad intelectiva y se libera en forma de puro sentimiento.  Las notas sólo son notas, los colores sólo son colores… pero a veces pueden llegar a sitios que ni sabes que existen. Pueden combinarse de una manera concreta para generar una emoción única. De repente, un libro, una película, una canción… te coge por sorpresa. Encuentra algo nuevo en ti, abre un acceso desconocido. A veces, incluso puede “desbloquear” algo permanente. Es el sentimiento distinto, el verdadero hallazgo de la búsqueda artística.

Hace unos años, visitaba el museo Van Gogh en Amsterdam. Visitar museos y monumentos es una clase de turismo que serpentea entre el interés y la obligación. Siempre hay una parte de mí que ve las estatuas o los cuadros o los edificios con cierta ansiedad por tacharlos de la lista. Si bien me gustaba Van Gogh, no derribó mi pared hasta que me topé con “Los Comedores de Patatas”. Conocía “La Habitación” o “La Noche Estrellada”, pero no tenía ni idea de la existencia de aquel cuadro. Así que estaba ahí delante, sin ningún prejuicio, sin ninguna idea preconcebida… y simplemente me llegó. Me cayó encima, porque me estaba dando muchas cosas al mismo tiempo: me obligaba a hacerme preguntas, me enseñaba cosas sobre la pintura que yo no sabía y, simplemente, me conmovía. Sobrecogido, entendía que nada en la Tierra me había hecho sentir nunca como “Los Comedores de Patatas”. Detectaba que había ahí un sentimiento distinto, algo que había sentido ya otras veces pero que, a la vez, no se parecía a nada.


El arte busca la verdad. No creo que quepa mucha duda en eso. Pero es un verdadero reto encontrar palabras para definir la verdad más allá de su sentido académico. Existe una verdad objetiva, existe una verdad para todo. Esta verdad absoluta es, sin embargo, inalcanzable. Somos incapaces de poseerla. Pero hay algo en nosotros que puede reconocerla. 

El artista está condenado a tratar de llegar a esa objetividad utilizando su subjetividad. El lenguaje musical, el audiovisual, el literario… son medios de búsqueda. El artista tantea, intentando encontrar esa verdad, que en el caso del arte se expresa de manera subconsciente. Cuando una obra de arte roza esa verdad, suelta un chispazo, encarna una identidad, encuentra el sentimiento distinto. Nuestro cerebro (o nuestra alma, si se desea) tiene la capacidad de anticipar el sentimiento antes de que nuestra inteligencia lo asimile. En una canción, por ejemplo, la emoción nos llega antes de que sepamos cómo nos llega. Pero los mecanismos de expresión están ahí: las notas, la intensidad, el timbre, el tempo… todo se puede estudiar y decodificar pero, sin embargo, nuestro subconsciente ya lo sabe. 

Cuando encontramos el sentimiento distinto, encontramos la identidad de la obra. Si esta tiene personalidad propia, si consigue distanciarse de las demás por méritos propios, estamos hablando de arte de verdad, de algo capaz de posicionarse por encima de nosotros. Porque el arte está hecho por humanos que buscan dentro de sí mismos y del mundo que les rodea, pero que sólo es expresable mediante códigos estéticos que sólo podemos decodificar desde dentro. 

Escuché el disco Tomboy de Panda Bear por recomendación de Edu. Me llegó realmente en la tercera o cuarta escucha, en la canción Last Night at the Jetty (que adjunto más abajo). En el minuto 1:48 la voz comienza a cantar: I know, I know, I know, I know / I KNOW I KNOW I KNOW I KNOWEse cambio entre los primeros cuatro I know y los restantes me generó inmediatamente una emoción extraña, como si estuviera escuchando algo que no había escuchado en mi vida. Aunque es una pequeña parte de la canción, da sentido a la misma y cristaliza la identidad del disco y del artista. Porque logra penetrar mi esencia, mi verdad. Me conecta con lo que estoy escuchando y dejamos de ser dos cosas separadas.

Fui a casa de Edu hace unos días. Le dije que había escuchado el disco en condiciones, pero no hablamos de él. Mucho menos de esa canción y de ese momento concreto. Ambos estábamos en estancias separadas de la casa (él en su cuarto, yo en el salón) mientras Last Night at the Jetty sonaba. Y de repente, cuando el momento comentado estaba a punto de llegar, Edu salió de su cuarto con una gran sonrisa en la cara y, mirándome con toda la amistad del mundo, me cantó: I know I know I know I know / I KNOW I KNOW I KNOW I KNOW y ahí estaba: nuestra verdad expuesta, a la que Panda Bear había llegado. Y al final, esa verdad se resume en que somos amigos y compartimos cosas esenciales.


Los ejemplos que he ido poniendo y las consideraciones que he hecho son muy personales, ya que sólo dispongo de herramientas subjetivas, como todos. Pero estoy seguro de que todo el mundo que disfrute de la música, del cine, de la pintura, de cualquier manifestación artística, ha experimentado alguna vez el sentimiento distinto.

sábado, 22 de octubre de 2011

FIZ 2011. Parte 2: Frotaba y frotaba.

Todavía concentrados entorno al coche en Arzobispo Apaolaza 28, era el momento de regresar con un buen bocata en mi mano derecha junto a un cubata en la izquierda. Estábamos despiertos, preparados y más que mentalizados. Debate abierto entre la asistencia a James o Chelis, para mi el debate no existía, tenía bien claro que James (grupo cabeza de cartel) no me proporcionaba ningún tipo de emoción por el que asistir a su espectáculo –me compre un par de discos para probar- y llevaba mucho tiempo que andaba buscando la asistencia a una sesión de Chelis, encontrando en esta noche el lugar ideal para ello. Subía las escaleras intuyéndose lo que parecían las últimas notas de la sesión anterior de Pendejo dj, haciendo cumbre en el lugar donde se podía escuchar a todo el mundo en los cortos intervalos de silencio que otorgaba la música decir: “yo nunca, jamás…pero hoy”. Ahí estábamos, cuatro o quizás cinco o seis, abriéndonos hueco y colándonos hacia las primeras filas con un creciente hormigueo que comenzaba a reinar mi cuerpo como preludio al maravilloso caos que tenía que llegar a continuación. Al mismo tiempo, un larguirucho con barba comenzaba a enchufar sus aparatos. No lo podía creer, por primera vez me encontraba ante una situación en la que un dj sacaba a través de sus platos ritmos y sonidos que se correspondían a mis ideas e improvisaciones mentales, incluso en algún momento conseguía sacarme las cosquillas pillándome totalmente en cueros –parece que tenían razón los de la Rockdelux-. Estábamos teniendo momentos de gran esplendor fisicoquímico contagiado por toda la sala, como si de una infección de pepinos españoles se tratase. En algún momento que no recuerdo ni se que pudo pasar –imagino que algún tipo de chinamiento colectivo capad de una bomba de humo que nos alejase del lugar- hizo encontrarme en un bazar chino suplicando a una madre con sus hijas por la compasión de vendernos a esas horas de la noche una trascendental botella de cerveza. Utilicé mis nuevas tácticas de persuasión adquiridas recientemente en un curro como promotor en la universidad, puse en acción todas ellas, desarrollando la escena tal y como esta planificada, punto por punto hasta llegar el momento donde ya no se sabe decir no. Todavía me pregunto el porque, pero resulto totalmente catastrófico, nos encontramos en la calle perdidos y sin cerveza –aunque por lo menos hacia buen tiempo-. Definitivamente parece que resulta mucho más simple y fácil engañar a un estudiante universitario/a que a una familia de chinos. Buscando cerveza -nuestra economía no nos permite pagar los precios de las barras del Fiz-, finalmente desistimos o quizás la solución fue encontrarnos en el coche de Nacho para que nos ayudase a calmar nuestra sed. La verdad es que ahora mismo tengo un poco desestructurada la noche, teniendo recuerdos pero sin saber situarlos correctamente en un espacio-tiempo concreto, con lo que muy posiblemente lo que estoy escribiendo no se corresponda correctamente a la noche. Por ejemplo, se de la existencia de un momento –no se donde situarlo- en el cual me encuentro con un tipo (no recuerdo su nombre, solo se que es amigo de Fran) con una magnifica estética Miedo y Asco en las Vegas que me produjo una envidia y admiración, que tuve que preguntarle inmediatamente de donde había sacado esa estupenda camisa hawaiana en verde pistacho. Creo que ya era la hora, se acercaba el momento de la actuación de pony bravo, perdón que el subconciencia me traiciona, llegaba el momento de la actuación de Triangulo de Amor Bizarro. Un desparrame de punk eléctrico, noise, distorsión o todas las etiquetas que les quieras poner, nos sumergieron en una hora intensa de sudar la camiseta, de corear sus canciones, de algún que otro empujón con el de al lado –para hacer la broma, pero siempre con cariño-, de algún lametazo a la novia, de correr repentinamente a primeras filas. Con un sonido entre Sonic Youth y The Jesus and The Mary Chain, nos tuvieron una hora entregados en cuerpo y mente para dejarnos en pleno éxtasis y en busca de un sitio donde poder un rato descansar y dejar evaporar el sudor de nuestras camisetas. Encontrado el sitio ideal donde dejar tirados nuestros cuerpos durante un rato, el siguiente objetivo era no despistarnos en demasía para no perdernos la actuación “psicotrópica” de Delorean. Entramos tarde, pero sin duda en el momento perfecto. Justo entrar para empezar a sonar la famosa Deli, haciendo desaparecer nuestro cansancio acumulado durante la noche e introduciendo y dirigiendo entre el público nuestras piernas hasta el fondo margen derecha. Alguna que otra broma respecto de lo que estaba sonando, además de estar viendo entre el público chicas que excedían el culmen de lo moderno Indie. Aun no siendo santos de mi devoción, su música resulto ser prefecta para el momento y la droga que nos habíamos tomado, pudiendo sacar un gran partido de todo y todos. No se en que tema comenzó –no me conozco la discografía del grupo- pero nuestros odios comenzaron a correrse, surgía de ellos su calida cera acumulada en su interior derritiéndose por el suelo –amarilla, pudiendo ser chapoteada- a la vez que otros riachuelos de cera ascendían desde nuestros odios hacia lo más alto del auditorio, conformándose sobre mi una imagen de sinuosos ríos de cera derretida –de vez en cuando sentía alguna gota caliente caer- como si estuviese visualizando una variación del salvapantallas de Windows en el que comienzan a surgir tuberías por toda la pantalla. Sentía que las chicas de al lado se separaban de nosotros –carapapas-. Esto llegaba a su cúspide, frotaba y frotaba mi cuerpo, al tiempo que por el rabillo del ojo podía ver en un extremo a Chelis, teniendo ganas de acercarme y darle un besazo en la mejilla por el buen momento que me había echo pasar en su sesión, me parecía demasiada distancia que recorrer así que opte finalizar el momento con un abrazo colectivo pillando a todo aquel que estuviese en mi entorno –conocido o no conocido. En corro, abrazados, nos sentíamos y sentíamos la música por nosotros, parecido a aquellos momentos vividos en el concierto de Primal Scream en el FiB, pero sinceramente sin ningún tipo de comparación, hablamos de distintos niveles. Dejándome en tal estado, acabaron, dando por terminada prácticamente la edición Fiz 2011. El cierre del festival quedaba en manos de Kele Okereke, aunque podría haberme ahorrado perfectamente los veinte minutos de asistencia a su sesión y haber estado en cualquier otro lugar de manera mucho más complaciente y mira que era fácil hacerme cosquillas. Subimos arriba, un abrazo con mi prima, reconciliación con el dueño del bar de al lado de casa, Monty me chupa el dedo y pierde todas sus posesiones, finalizamos la velada con unas cervezas en el Jimi Hendrix.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Seun Kuti & Egypt 80 – From Africa with fury: Rise

Fela Kuti = Afrobeat: hibridación de jazz, funk, highlife y multitud de otros estilos conjugados entre si.

Seun Kuti recoge el legado dejado por su padre para expandir y llevar a otros límites el afrobeat, introduciéndolo en pleno siglo XXI. Cantos sugerentes secundados por gritos inaudibles de LSD. Una formación de vientos que introducen riffs sin cesar, haciendo peligrar la posibilidad de introducir un virus en nuestro cuerpo que nos haga perder el control del movimiento pélvico. Seun Kuti –compositor, cantante y toca el saxo- se pone al mando de la enorme banda de su padre Egypt 80 para firmar un segundo trabajo colosal. El disco nos sumerge desde el primer segundo en una dinámica de ascenso hacia el pleno éxtasis, sin dejarnos un ápice de descanso (ni lo quiero). Es a partir del cuarto corte Rise, cuando parece que la batería baja algo su trepidante ritmo para sumergirnos durante unos minutos en una atmosfera de purificación mental y emocional –catarsis Aristotélica-. La participación como coproductor de Brian Eno otorga al disco aires de nuevo siglo y un sonido plagado de pequeños arreglos. África tiene un color especial.



miércoles, 12 de octubre de 2011

Panceta crujiente

“Espero que sea una de esas cagadas duras, largas y difíciles”, pienso mientras me siento en la taza del váter del aeropuerto de Lisboa. Hora de volver a casa… por un tiempo. La espera me desespera hasta estos límites, hasta desear que cagar se convierta en un microrreto que superar, que me entretenga por unos minutos. La espera… una de las peores cosas a las que seguimos teniendo que enfrentarnos. Los seres humanos hemos inventado todo, estamos inventando todo, pero las esperas siguen siendo grandes huecos que seguimos sin poder llenar con pastillas o con tecnología. Dormir es la mejor manera de esperar, pero no es algo que puedas autoadministrarte sin ciertos riesgos como perder un avión. Pienso que la única manera de no perder la cabeza cada vez que me toca viajar solo sería que pusieran un Fnac en cada aeropuerto. Por otro lado, los podcasts de RNE3 parecen funcionarme mejor que un Sudoku.

“Me gusta la calvicie, nos hace ver lo que somos: un trozo de cráneo”, pienso mirándole la coronilla al taxista mientras atraviesa Cais do Sodré. Cuando la carrera termina, nos encontramos con una cola infinita a las puertas del Lux, el club más “pichi” de todo Lisboa. El taxista la mira, y se echa a reír a carcajada limpia. Empiezo a reírme yo también, intentando igualar su exageración. Mis compañeros no se ríen. La chica alemana, de hecho, no comprende muy bien de qué nos reímos. El relieve de sus venas es diferente. Sus manos son horrorosas. 

Salimos del taxi / Hablamos con unos portugueses / Media hora de cola / No nos dejan entrar / Vamos al Op Art / TaxiTaxiTaxiTaxi

Igual que en Zaragoza, lo que mola es el “antes”, el camino. Unas cervezas tranquilos, unas risas, algo de conversación, algo de buena música que emana de los locales de Bairro Alto… después vamos a la discoteca, al ambiente plano, a la música cíclica, a las caras cíclicas, a los movimientos mecánicos, a la borrachera mecánica, al reloj que se vuelve extraño, las luces la barra el dinero que vuela y finalmente acepto que me aburro en el Op Art pero hay unas vistas tremendas al Tajo pero unos DJs que no me hacen disfrutar ojalá disfrutara yo la mitad que ellos.

¿Qué hay que hacer? Aceptando la condición humana-occidental-mediterránea voy a por una cerveza… y entonces ocurre: Crispy Bacon. Pinchan esa cúspide del Techno, un género cuyo histograma es una larga planicie repetitiva con ciertos picos donde los beats consiguen funcionar y escupir olas de gustera inalcanzables en otras ramas musicales. La calidad del temazo deja todavía más claro que el resto de la sesión estaba siendo una soberana basura y comienzo a gozármela, no bailando en la pista sino apoyado en la barra, vibrando y esperando a conseguir la cerveza. Cuando la consigo, invierto la mitad restante de la canción en mandarle un mensaje a mi amigo, el cual la vivió conmigo años atrás en uno de nuestros redespertares musicales, en unas Fiestas del Pilar. 



Edu estará ahora mismo en el FIZ, con un puñado de grupos medianos a los que seguro que le sabe sacar el máximo partido sensorial. Espero que mi SMS de cariño ayude a la causa. Laurent Garnier pinchaba Crispy Bacon en el extinto festival M2 en el año… ¿2007? Eso creo. Todo lo que antes parecía música machacona con cierta gracia de vez en cuando, dio un vuelco para nosotros. A nuestros diecisiete añitos Crispy Bacon nos llegó tan dentro, con tal intensidad, que nos abrió una vía nueva en el cerebro. Bailamos como locos, pero como locos de verdad, perdiendo toda la capacidad de vernos desde fuera y moviéndonos hacia dentro, hacia dentro, hacia dentro... ¿¡cómo puede ser tan bueno esto!? Y seguía, y seguía, y seguía… y era sencillo, y era directo, oscuro y honesto, era lo que eras tú en ese momento. SENTIR la música de esta manera conocida pero nueva, y juntos, es una de las mejores cosas que me han pasado en la vida, uno de esos recuerdos imborrables que sabes que han contribuido a definir lo que eres. Definitivamente se nos salió de dentro una parte que teníamos oculta, y la seguimos cargando hoy cada vez más a la vista.

Así que termino por coger el avión que me llevará de vuelta a mi ciudad por unos días, a recoger algún otro momento no sé si inolvidable, pero por lo menos no olvidable por un tiempo, que valga la pena. Casi me da “cosa” irme de Lisboa, también la voy a echar de menos estos días. Y después me dará cosa volver, y así siempre, y eso (quiero creer) es lo bonito.

FIZ 2011: Primera Parte.


19:30h. Concentrados todos en casa del vecino, engrasamos nuestras tripas a base de cervezas Aurum sobrantes de la noche anterior. Para esta noche he decidido enfundarme mis nuevos pitillos de color azul intenso –regalo de cumpleaños de la madre mía- considerando la adopción de una estética lo más Indie posible, ya que creo que podría funcionar muy bien a lo largo de toda la noche. Por consenso común, nos marcamos un primer objetivo: salir a tiempo para llegar al concierto de The Faith Keepers a las 20:00h. Todo marchaba según lo previsto, salíamos con 15 minutos de antelación, lo suficiente y necesario para llegar a tiempo –no lo podía creer-, aunque como siempre, justos muy justos. Sentido y dirección a la sala Multiusos de Zaragoza, teníamos ante nosotros de nuevo una noche Fiz, pero esta vez sin ninguna expectativa musical aparente. El cartel siempre había estado reinado por un grupo por el que gustosamente pagaba el dinero de la entrada, que incitaba a no faltar a la edición correspondiente, pero esta vez, me encontraba ante un cartel abierto hacia un abanico superior de público y un cabeza de cartel (James, será la crisis) que para mi no tenía ni por donde empezar comparativamente a los que podíamos encontrar en ediciones pasadas tales como Massive Attack, Travis, Spiritualiced. Aun con este disgusto inicial, hubo sorpresas –más de las esperadas- que culminaron en una estupenda velada.

Reconduciendo el camino, esta apatía que nos gobernaba –sólo tuvieron que pasar tres o cuatros horas para convertirse en mero recuerdo- no podía más que traducirse en que por alguna inimaginable razón, algo que captase mínimamente nuestra atención haría que llegásemos tarde. Por supuesto, ya podéis imaginar lo que sucedió. ZARAGOZA ♥ JESÚS TE AMA. Vaya fiesta tenían montada los de la secta. ¡No podía ser! ¡Que le den por el culo al Fiz que yo me quedo con estos tipos! ¡Vaya bailes a ritmo de tango! Un desconcierto general del grupo debido a lo que calificaríamos como “subidon” hizo peligrar nuestra presencia en el festival. Solo faltaba Omael repartiendo su “hamor” por todo aquel de cuerpo presente de entre los feligreses. Gracias a dios –nunca mejor dicho- , fueron únicamente ideas momentáneas y fugaces. Pudimos reestablecer la situación –aunque por supuesto, definitivamente íbamos a llegar tarde-. Entrábamos en la Multiusos encontrándonos ante una sala bastante repleta de gente para lo pronto que era y presidida por un grupo totalmente entregado. Faith Keepers -propuesta soul-funk de Zaragoza- se nota porque son ganadores del último Ambar Z Music. Pasaron escasos minutos cuando a mi amigo Monty y a mi nos estaban haciendo perder las composturas y el dominio sobre nuestros movimientos pélvicos. Una firme base rítmica, acompañados de algún que otro destello de genialidad en lo vientos, todo ello conjugado y aderezado en la voz-figura de Borja Téllez, dieron más que argumentos para la gran satisfacción de un público que se pregunto: ¿Por qué no han puestos a estos marchosos tipos a altas horas de la nocturnidad y se dejan de Kele Okereke? Hubiese resultado una apuesta arriesgada por parte de la organización pero podría haber resultado totalmente satisfactoria. Tras un éxtasis inicial, momentos después entraba en escena Standstill. Esta vez solo, sin compañía con la que compartir el juego de intensidad y ruido que nos presentaban estos barceloneses. Tocando básicamente sus dos últimos discos Vivalaguerra y Adelante Bonaparte, sumergieron al público en una atmosfera distinta y propia, dejándome noqueado especialmente en temas como Porque llamas a estas horas y Adelante Bonaparte II. Tendré que marchar una jornada a Barcelona a ver el comentado espectáculo Rooom con el que giran actualmente.

Ahora llegaba el dilema de esta edición, ser cordial y aceptar lo que iba a hacer prácticamente todo el mundo o jugármela a mi propia estrategia –que estaba seguro de que no podía salir mal-. Las puertas de la Multiusos se convirtieron en auténticos ríos de gente dirigidas a ver el espectáculo que se presentaba a continuación: llegaba el turno de Vetusta Morla. Esta vez venían a presentarnos su segundo trabajo Mapas, un disco que ni excita pero tampoco molesta, correcto. Comenzaba a perder algo la noción del tiempo, así que como he dicho, puse en juego mis estrategias. Tomé sabiamente la decisión de pasar olímpicamente de dulces o malditas ternuras –además ya los había visto dos veces- y fui rápidamente al coche de nacho a por mis espinacas y retomar energías. Alguien dijo:

El sábado que viene esta Pony Bravo en la López.
La vida es una espera y no por ganar más dinero, vas a comer dos veces.
Crispy Bacon: yo me acordare toda la vida, el alcohol, sudor, amistad.
Crispy Ruidbalance
BOOM!!

Esto se empezaba a ponerse interesante. Rápidamente el rumor de la futura actuación de Pony Bravo se expandía como el speed a la vez que la ilusión incrementaba, sin saber realmente la veracidad del hecho. Nuestros corazones y mentes comenzaban a adquirir una nueva dimensión que tendría su máximo esplendor en los conciertos que estaban por llegar.

domingo, 9 de octubre de 2011

Escritura automática #1

En el centro, de noche. Llevo caminando sesenta horas. Perdona, ¿me das un cigarro? No fumo, quiero un cigarro. No fumo. Un cuarto de níquel rasco en las profundidades de mi bolsillo, es de noche. He tenido un extraño pensamiento antes, con esa gaviota, con cierto deseo sexual contenido, del tipo materialista. Poseer un cuerpo, no el de la gaviota, la gaviota era… una llave para otra cosa. Siete columnas sostienen los porches del paseo, los colores son amarillentos, cobrizos… Y un perro que ve en blanco y negro se acerca, jadeante: ¿tienes un cigarro? No creo que lleguemos a ser muy buenos amigos, pero caminamos juntos con esa actitud desafiante, el uno hacia el otro, con esa actitud jadeante. “Déjame escucharte” le pido en silencio, y cada pelo de su cuerpo parece emitir un sonido casi inaudible, derribado por el viento. Es de noche y he pasado el puente, sobre el canal. Las obras son feas, como maquillar a una mujer y dejarle el maquillaje puesto, maquillándose infinitamente, sin estar más guapa en ningún momento. Hay algo en las estrellas, además, algo que te recuerda lo pequeño que eres: si ves a esos inmensos astros así de minúsculos, ¿cómo te verías tú mirándote desde allá arriba? La única manera es ser una muralla china, una pirámide de Keops, una selva amazónica. Pero no lo eres, eres un pedacito de carne, de células pegadas unas a otras, y si pudieras mirar cada célula de tu cuerpo como miras esa estrella, ¿te sentirías así de pequeño? Te quiero, es distinto. A tu puñado de células pegadas unas a otras, a tu pelo de células y a tus manos de células, pegadas, que forman algo que acaba por alzarse por encima de la ciencia, como los humanos pintamos un cuadro que está por encima de nosotros. Hacer de cada célula poesía… mirar fijamente a un trozo de madera hasta que sea una pequeña parte de ti, aceptarlo como un igual… y a una molécula de agua, y a un plástico, y al filete que te estás comiendo y a un gran excremento. No somos mejores que un trozo de mierda, al menos no vistos desde esa gran estrella… pero sí mirándonos a los ojos, comprendiendo lo que hay en el otro, que atraviesa córnea iris pupila cristalino retina nervio óptico alma. Y de repente el perro se pone a ladrar, y ladro con él, a los coches, a la basura, a la gente, a los otros perros, a la luna y finalmente a él y él a mí, y acabamos riéndonos bueno él no y entonces riéndome recuerdo que él no sabe por qué me estoy riendo o qué es la risa o qué es el ser humano. Yo tampoco lo sé pero al fin y al cabo soy uno y tengo ese derecho a reírme. A reírme y resonar en las murallas y las pirámides y las selvas y las estrellas. Llevo sesenta horas y media caminando y parece que ya es hora de empezar a correr.

viernes, 7 de octubre de 2011

Otra vez.

Otra vez octubre. Fiestas del Pilar. Viento. Frío. Sentarme delante de la pantalla en blanco del ordenador y tener, creo que tengo un montón de cosas que contar, pero la memoria se escapa y no se por donde empezar: me quedo exactamente igual que la pantalla. Joder! Ya lo tengo! pensar que llevo toda la tarde montado en un autobús dándole vueltas, decidido a llegar a casa y ponerme a escribir. Serán las recetas del vecino: papel, tabaco y marihuana. Total abstracción y concentración –casi parece que estoy sólo en casa- pero otra vez igual, sigo en blanco. Así! Ahora si! Cuando entraba por el edificio Betancourt (Escuela de ingenierías de Zaragoza) comenzaba a sonar un nuevo artista-álbum-canción en mi Ipod: Bad Ritual de Timber Timbre. Mientras la gente caminaba a contracorriente mía, yo me introducía progresivamente en el edificio –conforme a los espacios de transición creados por el arquitecto- al mismo tiempo que una leve sonrisa comatosa se levantaba sobre la parte derecha de mis facciones bucales. Se producía en mí una emoción de superioridad sobre todo miembro que me rodeaba, imaginándome dueño de poder realizar con todos ellos cualquier cosa que estuviese a mi alcance, como si fuesen auténticas marionetas de rojo azabache. Puedía manipular sus actos a mi entero antojo, colocarlos en posiciones duales que por mi largura (y falta de flexibilidad y movilidad articular) nunca me han sido posibles de realizar. El problema va a ser que me paso todo el día pensando en joder –y no jodo- y ahora que se va el sol y llega el frío, todo se acusa más duramente. Tendré que poner remedio a la cosa. Por lo pronto, lo que tengo claro es que esta noche voy a hinchar mis arterias con alcohol.
Texto escrito ahora mismo, con el objetivo único de que escuchéis un disco y siendo consciente de que puede resultar una cagada. Es posible la presencia de faltas de ortografía y la mala conjugación.

Timber Timbre - Creep On Creepin On

martes, 4 de octubre de 2011

Escrito de archivo #121844

Estaban proyectando una película en el Trip, una película de animación que yo no había visto antes y que me atrapaba en cierta manera. Dejé de escuchar a Verónica por unos segundos y sentí el impulso de cortar para siempre esa relación y dejarme hipnotizar. No sucedió nada de eso. Verónica reclamó mi atención tocándome en el hombro y volví a encuadrarla mientras le daba un trago al cubata, uno de esos tragos duros que aparecen al aproximarte al fondo del vaso. Verónica lleva un top blanco, pantalones largos de un color que no puedo determinar bajo estas luces, y unos pendientes carísimos que se dejan ver entre rizo y rizo. Mátame, Verónica, acaba con mi agonía, dame la gota que colme el vaso. La música comienza a parecerme repugnante. Y el ron. Y ella. Cuando la tensión llega a cotas insoportables, se disculpa para ir al baño. Mientras se va observo cómo su culo desaparece entre los cuerpos que bailan. Me quedo solo.

He venido aquí por una razón: en casa es peor. No hay nadie, me tengo que enfrentar a mí mismo. Es duro, porque mis amigos están de vacaciones y me dejan cara a cara con una relación rancia fundamentada en sexo rancio… o ya ni eso, peor, en películas rancias en tele de tubo mientras sus piernas pesan sobre las mías. Estoy cerca del punto de no retorno. O hago algo ahora, o no lo haré nunca, seré una de esas personas contra las que he luchado desde que tenía uso de razón. Seré como mis padres. E incluso ahora siento que debería hacer algo realmente radical si quiero tener una excusa para no odiarme, por imbécil. De momento me voy. Salgo a la calle entre empujones y salpicones de sudor ajeno. Me voy, que le den, que salga del baño y no me encuentre y se preocupe y me llame pero no se lo cogeré y mañana le explicaré que quiero hacer mi vida y ella llorará y yo lloraré pero en el fondo sabremos que era inevitable. 

Entro en el bar tras haber avanzado unos metros. El portero me mira y siento que ya no soy sólo yo el que se desprecia. Voy a recuperar la posición anterior cuando Verónica me coge del brazo y me pregunta que dónde estaba SUCIA PUTA DÉJAME VIVIR le digo que había salido a tomar el aire, que no me encuentro bien. Y estirando esa excusa consigo volver a casa y librarme de su casa y de su cama y de su sexo y cojo un taxi después de un beso rápido y sin amor. 

Tres minutos de trayecto y el taxista no ha intentado darme conversación. Así que la inicio yo. Es jodido, sé que si me hubiera empezado a hablar yo habría puesto los ojos en blanco y emitido un buen resoplido de hartazgo, pero qué va, no dice nada y yo necesito una voz ajena a mí que no me juzgue y sea cálida. Pero no hay manera. Le pregunto qué tal la noche y me dice “bien”, le pregunto si ha recogido a mucha gente y me dice “sí”, incluso le hablo del calor que hace y todo lo que consigo son evasivas, evasivas, evasivas. 7,80€ que saco de mi cartera como si estuviera extirpándome varios órganos y silencio.  Ni siquiera estoy borracho, soy un fraude. Llego a la entrada de mi edificio y me quedo parado unos segundos. Ni siquiera estoy borracho… lanzo una poderosa patada al cristal y veo cómo el tirador, integrado en la puerta, se separa de ella y vuela unos centímetros hasta estrellarse contra el suelo. La puerta llevaba unos días con una grieta que iba haciéndose más y más grande, así que ha cedido a la primera. La primera grieta también la hice yo. Me abro paso entre los trozos de vidrio y compruebo cómo, después del estruendo, el silencio es absoluto. Parece como si hubiera provocado más silencio, y el sonido de mis pisadas queda aislado, como grabado en estudio. 

Es una putada, esto. Estoy acostado en la cama, y ya no hay nada más. Apenas son las cuatro de la mañana de un sábado en pleno julio, y ya no hay nada más. Todo se reduce a esto: techo. Un día prometedor acaba reducido a un trozo de techo. Ya puedo tachar del calendario un día desaprovechado más. Me doy la vuelta sobre mí mismo y me dispongo a dormir, qué remedio. Me encuentro incómodo boca abajo, sin saber muy bien cómo colocarme. Tengo una erección difícil de encajar en una postura. Empiezo a pensar en Verónica, descubro que no tengo nada de sueño. Pienso en ella, en su top blanco, en su culo hacia el baño. Comienza a formarse en mí una idea, un deseo muy fuerte. Voy a ir a su casa. Ahora mismo voy a coger otro taxi y a ir a su casa. Voy a follármela. Me la follaré y luego me iré, nada de abrazos. Le volveré a decir que me encuentro mal, voy a ir a su casa y me la follaré y luego fingiré estar malo y me iré. Lo estoy viendo con tanta convicción en mi cabeza que creo que voy a levantarme de verdad. La erección ha pasado de ser una reacción neutral a convertirse en una excusa, en un motivo para que este día no muera inútil. Me levanto, y me visto rapidísimo. Llego a la puerta y la abro. Sonido de zapatillas de andar por casa y mi madre aparece de entre las sombras. Conecto los cables de mi cabeza lo más rápido que puedo para justificar una huida de casa a estas horas, unos minutos después de entrar, aunque mi madre ha abierto una vía de lucidez en mi nubarrón de planes y pensamientos. Estoy a punto de abandonar el plan, de irme a mi cuarto y dormir dormir dormir hasta levantarme al día siguiente a una hora tan intempestiva que justifique perder otro día más. Pero no, le digo que me he dejado el jersey en el pub, que con el calor no me lo he puesto ni un momento y se me ha olvidado por completo que lo llevaba conmigo. De regalo, le recrimino que me haya presionado para llevármelo “por si hacía frío”. 

Cuando el aire de la calle me da en la cara, la sensatez continúa cristalizando. No tiene ningún sentido ir a casa de Verónica ahora, despertarla y atravesar unos minutos de súplicas y excusas para llegar a la cama. En ese momento ya estaré más frío que un témpano de hielo y entrará en mí una sensación de arrepentimiento que me rebajará un poco más la autoestima. Incluso sopeso la idea de ir a un prostíbulo. No he hecho nunca nada parecido, pero es un negocio que puedo comprender en una situación como esta. De todos modos lo olvido pronto: es un lujo económico y moral que no me puedo permitir. De nuevo veo al fondo arrepentimiento. No hay ninguna situación en mi mano que no termine con esa conclusión. Y de paso, mi breve iluminación con lo de las putas me recuerda que ir a ver a Verónica supone un taxi de ida y un taxi de vuelta. Bueno, de vuelta podría volverme en búho, cuando ya no tenga prisa. Un taxi de ida… y mi erección no baja.

Decido adscribirme al plan previsto. Cojo el taxi y el hijo de puta no deja de hablar. Mundo injusto. Toda mi sangre está a años luz de esa parte de mi cerebro que me hace interactuar socialmente y seguir una conversación de interés nulo sin dejar de parecer agradable, simpático… un joven ejemplar alejado de lo que este señor ve todos los días en la tele o en su mismo taxi. Así que no fuerzo el diálogo y concentro mis energías en no perder la erección, pensando en Verónica, en lo que voy a hacer con ella… aunque rápidamente mi pensamiento se va a otras, a todas, a todas menos a ella. 

Por suerte, la cosa no va a menos y cada centímetro que avanzo hacia su puerta más excitado estoy, más primitivo, más animal. Llamo al timbre con una impaciencia tremenda, mientras me acaricio un poco por encima del pantalón. En una línea paralela, trato de encontrar la síntesis perfecta, la combinación de palabras que la harán comprender qué está pasando y qué es lo que quiero, que la harán perdonarme y desearme. Espero no tardar más de dos minutos. 

Pero todo eso se va muy lejos cuando abre la puerta, en un pijama salpicado de motivos de colores que termina por materializar mi energía sexual. Estoy más allá de las palabras. Ella va a decir algo pero le tapo la boca y la empujo hacia dentro. La conduzco rápidamente a través del piso hasta su cuarto, mientras ella no deja de moverse violentamente y trata de chillar. Yo la sujeto con fuerza, sin que se me escape, hasta que la lanzo sobre la cama y caigo sobre ella, inmovilizándola con mis piernas. Le beso el cuello, mientras continúo tapándole la boca con una mano y le sobo las tetas con la otra, ejerciendo la suficiente presión para que quede aprisionada entre mi mano y el colchón. Trato de arrancarle el puto pijama pero no se puede, así que se lo quito de un tirón en pocos segundos, sin que le de tiempo a reaccionar, a liberarse. Continúa moviéndose, continúa intentando zafarse… pero entonces hago algo maravilloso. Me detengo en seco, desprendo todas las sujeciones, dejo de ejercer presión. Y ella sigue moviéndose, pero no ocurre nada. No se va, no se aparta. No es que no pueda, es que no quiere. Lentamente, introduzco la mano bajo su pantalón, y siento su coño húmedo como hacía tiempo que no lo sentía. La beso en la boca, la muerdo con la intensidad justa, en la línea que separa el placer del dolor. Me mete la lengua y le meto los dedos anular y corazón mientras presiono su clítoris con mi pulgar. Es necesario para ella apartarse de mi boca para emitir un gemido de placer, lo cual aprovecho para escupir en su mejilla y extender la saliva con la lengua, no sé muy bien por qué. Y de repente su mano ha desabrochado mi bragueta y está agarrando mi erección, que por fin encuentra su significado. Me despego un momento de ella para sacarle los pantalones y yo me bajo los míos. Se la meto y está tan mojada que siento como si mi polla fuera infinitesimal, una pequeñez perdida en una marea que grita y que me empuja el culo atrayéndolo hacia ella, marcando la velocidad. Levanto su sujetador y dejo al descubierto sus tetas, las tetas de Verónica, a las que entrego mi boca. Concentrado en el polvo no soy capaz de hacer algo coherente con ella, y lanzo lametazos y mordiscos que Verónica aprueba apretándome la cabeza contra sus pechos. Y se corre. Se corre tan fuerte que lo noto como una corriente eléctrica que pasa a través de cada célula de su cuerpo, y pasa también por las mías. Grita desde lo más hondo y grito yo también, totalmente expuesto, totalmente honesto y de verdad y con la piel vuelta del revés. Y cuando por fin se relaja de su orgasmo, fuerzo yo el mío, sacando la polla y metiéndola rápidamente en su boca, en un gesto ágil. Me corro dentro, bloqueando cualquier otra opción con mis manos. Mientras descargo noto cómo se lo traga, cómo succiona, y el corazón me va a mil. Y después, como tras la puerta rota en pedazos, el silencio. 

Sin decir nada, nos abrazamos, la abrazo con fuerza y la beso con amor. No me puedo creer que se lo haya tragado. Nunca habíamos hecho algo así. Jamás me había atrevido a hacer algo así, jamás. Supongo que la gota ha colmado el vaso.

lunes, 3 de octubre de 2011

Primera Experiencia Laboral


No podía esconder las continuas gotas de sudor que recorrían mi frente. Lo que debía haber sido una rutinaria entrevista de trabajo en un despacho claustrofóbico, se había convertido en una clara insinuación sexual. Ahí estaban, cien kilos de peso de grasa mórbida moviéndose sinuosamente hacia mi, acompañados de varios repelentes movimientos de lengua. ¡Joder Edu! muévete, abre la puerta y lárgate del despacho; pero mi cuerpo no respondía a los mandatos cerebrales. No se si se debía a una total parálisis –estado vegetal- o es que en el fondo tenía el morbo de quedarme y saber hasta que punto podía llegar. Anticipó sus grosos muslos hasta mi silla, inclinándose levemente sobre mi hasta que su lengua hizo contacto sobre mi mejilla derecha impregnándola de un fluido tan espeso que parecía que estuviese carcomiéndome la piel. Depositó su culo sobre la mesa al mismo tiempo que levantaba su falda. Cogió mi mano izquierda -arrastrándome junto a la silla de ruedas hasta ella- e introdujo mis dedos índice, medio y anular en sus labios vaginales. Ostia! Lleva una piercing! Comenzó a moverse con indicios orgásmicos sobre la mesa, a la vez que emitía de vez en cuando algún tipo de sonido –aunque a veces creo que eran los chirridos de la mesa-. La goma de sus bragas apretaba una barbaridad, hasta tal punto que el riego sanguíneo se me estaba cortando y mi libertad de movimiento era relativamente reducida. PUM!! PUM!! PUM!! Llamaron a la puerta y se escucho una voz preguntando por ella, pero la puerta estaba cerrada. En un silencio sepulcral, fue en ese justo instante cuando desperté del shock. Mi cuerpo reaccionaba acorde a mi cerebro -dueño de mis movimientos- era el momento de sacar la mano de aquel pozo y huir...

Por algún motivo que por más que recapacite todavía desconozco: me quede.