miércoles, 28 de marzo de 2012

De vuelta de paseo


Me ha ocurrido algo extraordinario viniendo para casa, y aún estoy intentando buscar las palabras para describirlo bien y darle una coherencia, y que salga un poco de mí. Estaba en el coche, escuchando el Pet Sounds, y he visto a una familia cruzar el semáforo. Una negra vestida con una tela azul brillante y sus tres hijos, uno de ellos empujando el carrito del más pequeño. Entonces me ha venido el flash, un fogonazo precedido por el parpadeo inconsciente que me ha trasladado por un momento a otra realidad, que me ha sustituido las imágenes, los sonidos, los olores, las sensaciones táctiles… por números, o caracteres mejor dicho. Caracteres raros pero que podía entender, como un código cero o un reset de las percepciones. Como si fuera el mismo momento pero compuesto por las verdaderas partículas de la realidad, el código fuente… como si entendiera el lenguaje de Matrix (y me revienta usar este referente porque se queda tan pequeño…). Ha durado lo que han durado mis ojos abiertos hasta el siguiente parpadeo. Y después frenazo, pitido de los coches que iban detrás y vuelta a mi plano de existencia.

La experiencia me ha dejado un montón de descubrimientos en la punta de los dedos, pero nada que pueda agarrar y afrontar como verdadero. A pesar de sentir con toda convicción que donde he estado es en la verdad, como si se me permitiera ver y estar en las cosas como son, acceder a un lenguaje cero con un cuerpo que no necesita descifrar los estímulos porque se me ha eliminado el verbo parecer del organismo. Por única vez puedo usar el ser de manera integral. Los segundos en los que ha transcurrido esto eran una eternidad y a la vez un destello, y es a mi memoria a la que se le ha cargado todo el trabajo fuerte, el de ordenar y recodificar toda esa información infinita.

Por ejemplo, los códigos (o no-códigos)  dependían mucho de los colores y los sonidos. Ahora mismo si reconstruyo el momento en mi cabeza lo que veo son verdes, rojos, azules… en realidad estoy convencido que eran colores que no existen (quiero decir, en esta realidad nuestra), y los sonidos no entraban por el oído sino que estaban en todo, resonando en el resto de estímulos y desviándolos. Dándoles matices. La mujer negra y su familia eran una cosa desnuda, y parecía poder ignorar el vestido azul brillante y la piel y veía una corriente de fuerza, un núcleo frágil hacia dentro y muy fuerte hacia fuera. Veía cómo, desde esta realidad, lo que hacemos es apilar un montón de códigos, de lenguajes que recubren ese núcleo en varias capas: la familia, la raza, la forma de vestir, el hecho simplemente de ir hacia algún sitio en lugar de estar permanentemente en cada sitio… mi propio ojo entre lo que “veía” y ellos, y el cristal del coche, y las partículas de aire. También los conceptos de distancia, tamaño, proporción, la relatividad, la gravedad, el tiempo, la muerte… todos esos sistemas de símbolos que hemos creado para interpretar nuestro mundo, basados en nuestras características fisiológicas, se habían borrado y mi condición era la de un neandertal de la sinapsis, un niño con la experiencia vital de un adulto.

Me alegro que me haya sucedido con el Pet Sounds sonando, un códice del optimismo y la armonía. Probablemente el viaje se hubiera echado a perder con los 40 principales rebotando sus mentiras en ese contexto. Los Beach Boys me proporcionaban ese enlace entre “mi” realidad y “la” realidad, aunque por supuesto mi manera de percibirlos no tenía nada que ver con la habitual. Ha sido con la canción You still belive in me, condensando toda la ciencia del buen rollo, la tecnología de la verdad. Y he comprendido también que el arte es lo más cierto, la cima del hombre, la oportunidad de que el subconsciente tome las riendas de la vida por un momento, y se vuelque en la belleza, en lo puro, y que nos dejemos de gilipolleces.

Y el círculo ha quedado cerrado cuando he encendido el ordenador para contar esto, y Windows me ha remitido el mensaje “ES POSIBLE QUE SU SOFTWARE NO SEA ORIGINAL”. Es imposible trasladar el grado al que ha llegado el absurdo, ¿qué quiere decir eso? ¿qué significa en términos de verdad, de belleza, qué tiene que ver con mi mundología? Y con el choque de dos mundos tan opuestos me pregunto, ¿ha sido esto un síntoma de locura? ¿es así como sienten los locos? Podría haberlo tomado como una señal divina, pero la sensación se acerca más a haberme convertido yo mismo en un Dios por un momento, haberme revelado como un pequeño Dios (en ningún caso el único Dios); ¿existen cultos en torno a esto? ¿le ha pasado a alguien más? Seguro que sí. Quizá sea un paso adelante en la evolución humana, yo que sé. Sólo sé que viviré cada día con temor e ilusión de que me vuelva a pasar.