sábado, 10 de diciembre de 2011

Intermission

De la vena me salían las conexiones. Era lúgubre el ambiente pero mi corazón bombeaba swing, ritmo de un mundo que no ha descubierto el sexo y la violencia, que permanece. Me brotaba la fe a borbotones, de los labios a la barbilla, exhibiendo una sonrisa psicópata inocultable. La luna se reflejaba en los ojos de todos los asistentes: “más alto”, decían. “Más, más”, mientras hacían gestos con las manos, como llevándose el aire al pecho. Había tan pocos elementos allí… una felicidad tangible, sostenida con los mínimos alambres, como si cada vez que la vida nos diera un golpe fuera como jugar a la Jenga. Quitar una pieza y permanecer, quitar otra pieza y permanecer, permanecer… todos queríamos nuestra ración de infinito, que nuestra mortalidad fluyese elegante. Todos temíamos mirar a la calavera. Saliendo del club, nos sosteníamos los unos a los otros para no caernos, en plan naipes, medio dormidos y medio llenos. “Mi objetivo”, decía Mike, “es volverme tan abstracto que nadie me entienda” y acto seguido vomitaba en un contenedor, sin levantar la tapa. Se me vino a la cabeza esa imagen de la papelera a rebosar de periódicos viejos, plásticos y pieles de plátano; y el ciudadano ejemplar que arroja la lata de coca-cola sin importarle que rebote y caiga fuera y manteniendo una conciencia limpia. El coche que no vimos le atropelló el pie a Mike, y yo pensé en lo gracioso que sería un no-Mike, alguien que hiciera todas esas cosas mal, lo mismo pero mal. Después comprendimos la gravedad de la situación en nuestros músculos que se tensaron, pero pasamos de él. Llamamos a un taxi y lo dejamos pudriéndose en la sombra, y nos encontramos con nuestras sábanas y un techo que no se acaba nunca.


Puto genio el que inventó la luz de la nevera,
¿qué mente mágica descubrió y salvó esa necesidad?
Maravillado me preparo un sándwich alumbrado por esta fantástica luz,
sudando de Fleming, Stephenson o Graham Bell.
Pero es que entonces me llaman y mi móvil vibra,
¡vibra! Y sudo del cáncer y del sida y de las enfermedades neurodegenerativas,
porque qué mas da que hubiese tenido cáncer, sida o alzhéimer,
no me habría enterado de la llamada si mi móvil no vibrara.
Porque es tarde y lo tengo en silencio para no despertar a mis padres.
Dios quiera que no les pase nada. 

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