miércoles, 16 de mayo de 2012

Cuentos del mañaneo


Sentado en este sillón o, debería decir, engullido por este sillón (convencido de que eventualmente acabaré dentro de la gomaespuma y los muelles). Hay un montón de gente pesada a mi alrededor, que no dejan de hablar y de decir tonterías (o de no-decir tonterías, no sé si se me entiende). A ver, que yo soy muy tolerante y tal, eso sí con las personas y no con la gente, ama al pecador y odia al pecado y todo eso, pero es que lo único que me une con estos es un sentimiento generalizado de “a casa no” que parece justificar toda conducta impropia de la civilización en la que coexistimos (se ha perdido el concepto piscolabis). No es que yo sea muy exigente a estas horas (ya he aceptado la presencia de luz solar hace buen rato), pero es que hay demasiados cuadros por camisa aquí, mucha risa tonta, poco respeto así en general. Y es triste no poder compartir bien un mañaneo, que es como separarse del tiempo y dejar de estar en el tiempo, has atravesado la línea que separa al sapiens sapiens del verdadero humano, el superhombre y todo eso. Un alguien sin miedo a las etiquetas del mañana, quiero decir, para el que el almuerzo y el desayuno pueden ser la misma cosa o ni existir. No hace falta que las palabras sean tan rígidas siempre y tal, vamos, que no nos domina nadie después de tantas horas de fiesta, y el sueño simplemente se ha despriorizado de manera evolutiva normal. Aquí no hay politiqueo, no hay bienquedar, no hay horarios para pasear al perro o platos que lavar. No importa eso, importa pasárselo bien aunque tampoco es pasárselo bien, es estar en un estado de latencia raro, bienmal, pero estar por una vez suspendido en el tejido, sin aferrarte a una madre o a un Dios o a unas responsabilidades que te marquen un camino. No hay camino, a casa no.

Pero esta gente no entiende de la misma manera que yo. No los culpo, bueno sí los culpo, pero desde una perspectiva subjetiva, quiero decir que quién soy yo para juzgarlos, ¿no? Al fin y al cabo son mis amigos y todo eso. Me cago en la puta, si soy yo el que está en este sillón y lleva ya a saber cuanto rato en este mundo sin horas sin decir una sola palabra hacia fuera. Palabras hacia fuera, pero que tampoco sean solo hacia fuera, que vayan para dentro de algo porque aquí es que todos hablan pero todo lo que dicen flota y los muebles no tienen orejas. Vamos que no es eso lo que quiero decir, que nadie se entera de nada, los ves y no se enteran los unos de los otros. Joder, si es que soy yo el que se entera de ellos, estoy aquí de espectador. Estoy como viendo un reality y comentando conmigo mismo la jugada: qué tontos son todos, tontos tontos tontostodos pero aquí estoy viéndolo como un tonto yo también. Buscar amigos inteligentes. Construir robots inteligentes. Volverme tonto. Cambiar mi perspectiva sobre la inteligencia. Inteligencia emocional mejor, lo otro es otra cosa que me interesa menos. Pero también me interesa, o yo que sé. Qué mierda todo, voy a levantarme a poner música, eso lo arregla todo. Y luego a dormir. Eso, poner música y a dormir. Acabar con este brote de odio de Kalashnikov. La putada es que con tantas horas de fiesta encima no soñaré nada, todo será negro durante mucho rato. El aquí y el ahora es una cápsula aislada del pasado y el futuro. El presente es lo único que existe. Al menos hemos alcanzado eso. Para algo servirá, digo yo.

1 comentario:

  1. Me ponen cachondo tus reflexiones metamañaneras.

    Todos necesitamos un robot friend, sólo que no lo sabemos.

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