pero tenía otro aspecto.
Se veía en las fachadas de las casas,
en los escaparates de las tiendas.
Pregunté a un señor mayor qué día era;
me dijo “martes”, seguí caminando un rato.
Con su gorro extendido sobre el suelo
un violinista callejero, bien vestido,
se moría de pasión.
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