viernes, 23 de diciembre de 2011
Posar para la nada es lo mejor que se puede hacer
martes, 13 de diciembre de 2011
A los perdidos
De todos los atributos divinos, sólo la omnipotencia de Dios es nombrada en el Símbolo: confesarla tiene un gran alcance para nuestra vida. Creemos que es esa omnipotencia universal, porque Dios, que ha creado todo, rige todo y lo puede todo; es amorosa, porque Dios es nuestro Padre; es misteriosa, porque sólo la fe puede descubrirla cuando "se manifiesta en la debilidad" (2 Co 12,9; cf. 1 Co 1,18).
Lo que tendría que haber sido una especie de relato-diario emocionante sobre grandes aventuras, hazañas de grupo, el consumo de croquetas de bacalao y cerveza superbock, delirantes viajes en taxis, frustraciones en entradas de discoteca y fado, a lo largo de los cinco días de viaje en la ciudad de Lisboa, fue transformándose en mi mente a través de largas esperas en cama en intentos de conciliación del sueño.
Martes 13 de Diciembre de 2011 (1º Aniversario)
Hoy empecé a correr. Aparté la cortina roja teatral con mi mano derecha y eche a correr por caminos cada vez más estrechos, entre una flora pobre repleta de secos arbustos que iban cerrando cada vez más mi camino. Corría. Corría. Corría. Aun pareciendo cada vez más angosto, el camino no llegaba nunca a su fin, así que seguía corriendo. Demasiado sacrificio para mi primer día. Por fin encontré un hueco por donde escapar. Pequeño, no demasiado a tractivo a primera vista, pero resultaba mi única vía de escapatoria.
Introduje la cabeza, cada uno de mis pensamientos que dan forma a mi anatomía única dentro del abanico de posibilidades que otorga el ser humano. Negro, oscuro. Fragmentación cerebral, algún cosquilleo onírico en la zona de la rabadilla. Tele-trasportación.
Allí me planté y en el tablao flamenco me colé. “Muchacho, eres un indisciplinado. No rompas el compás. Los aplausos se dan al final”. “Dejar al muchacho, que es la última noche” dijo Enrique. Que difícil resulta el compás de los fandangos de 12 tiempos. “La fiesta continue, que la vida son dos días y la quiero vivir entera”. Gente de lo más variopinto. Vinieron tangos, farrucos, marianas, coplas, alegrías…y yo perfecto a la ocasión con mi camisa blanca de topos negros y mallas ajustaditas de correr. Vaya la que tienen montada aquí. Así dan gusto las despedidas. Todo parece ser coincidencia y lógico.
sábado, 10 de diciembre de 2011
Saraswati
Intermission
martes, 29 de noviembre de 2011
Escritura automática #2
domingo, 27 de noviembre de 2011
martes, 22 de noviembre de 2011
Vuelta de Paseo
Como consecuencia de la lectura matutina de la última publicación en el blog de Fran, me dispuse a salir de casa camino a la universidad con la música de Portishead en mis oídos, más concretamente con la canción Silence –inicio del último disco Third-. No hacía muy buen día o por lo menos no de mi gusto. Últimamente con la llegada del invierno esta comenzando a reinar en mi un estado apático por todo y por todos que por más que quiero no consigo erradicar en su totalidad. No hay ganas de escribir, me da perece ponerme a buscar cosas nuevas para escuchar, me pongo a leer pero a los pocos minutos lo dejo excusándome en que no es el libro apropiado y toco poco la guitarra. Parece que de momento sólo encuentro solución en el cine ya que no requiere esfuerzo físico –únicamente mental- pero con un gusto más critico de lo habitual, además el surgir de una aparente subnormalidad de algunos de los personajes que me rodean, incentiva el echo de preferir quedarme en casa con una película –menos mal que siempre quedamos los 3 o 4 de siempre-.
Caminaba escuchando mi música, abstraído en mis pensares, apareciendo ese sentimiento distinto que se produce en concretos días y momentos al caminar en soledad. Surge una realidad paralela: la concepción del yo individualista frente al aparente sentimiento colectivo de nuestra sociedad. Todo en mí parece funcionar a una velocidad distinta a la del resto. Los semáforos se ponen en verde a mi paso, la chiflada del paraguas grita sin cesar mientras da de comer a las ranas en la orilla del río, el aumento considerable de vagabundos precipita de forma indeseada el tropiezo con uno de ellos, pido perdón y aumentan mis nervios debidos a la vergüenza, un semáforo se pone en rojo otorgándome un breve descanso necesario y tranquilizador. Comienza a sonar The Rip, parece estar todo sincronizado y eso me relaja. Espero a que la señal del semáforo me otorgue el derecho a cruzar, se pone verde pero espero hasta que comienza a sonar la batería en la canción, quiero que todo funcione de forma armonizada. Sigo caminando, espero no llegar nunca a la universidad y pienso en cambiar mi rumbo por estar toda la mañana paseando, saboreando este sentimiento distinto.
Considero fundamental estos momentos de delirios y gran ajetreo creativo configurados conforme al estado polar de mi personalidad. A veces de alegrías y afrobeat que me hacen surgir sonrisas complacientes a las señoras que pasean con sus maridos, miradas lascivas a las chicas adolescentes de mi edad y posturas faciales tiernas a los niños que corren cogidos de la mano de sus padres. En otras ocasiones –más predominante-, el individuo pesimista que vive en mi pie izquierdo asciende para teñir mi mente de oscuro casi negro y azul; produciendo en mi cerebro una gran lucidez de interconexión neuronal que provoca mis pensamientos más abstractos, coincidiendo normalmente con los más interesantes.
Cruzando el puente, observe a un hombre caminado de espaldas. Bajito, regordete, calvo y con una vestimenta poco llamativa, pero con ciertos aires de atracción. De forma curiosa, por el cuello de su camisa surgía una feroz mata de pelo que ascendía por toda su espalda hasta hacer contacto con su cabeza, donde se erradicaba dando lugar a una total calvicie, deforme y bello. Me hizo pensar en Terciopelo Azul (Blue Velvet, David Lynch, 1986) y en la natural e inevitable atracción que sentimos los humanos por aquellos mundos extraños, prohibidos. Esta película nos presenta un pueblo típico americano de clase media donde dos jóvenes se ven atrapados en la delirante relación entre un psicópata y una atormentada cantante de cabaret. Se adentran en un mundo desconocido, obsceno, desconcertante donde se retrata el trastorno mental, lo cruel y el horror pero con un inevitable atractivo que los absorbe hasta no poder escapar. Una atmosfera de pulso narrativo pausado donde se alternan bellas canciones pop con una inquietante banda sonora, que suministra o quita tensión en el momento adecuado –justo lo que esta haciendo Portishead conmigo en esta mañana de vuelta de paseo llegando a extremos que alcanzan el control de mis propios pensamientos-.
domingo, 20 de noviembre de 2011
Michelangelo Antonioni, Portishead y los fuegos artificiales
viernes, 18 de noviembre de 2011
Tenía tantas ganas de actualizar borracho...
algo distinto a todo lo que sabía.
No vino de unas canas y una corbata,
ni de la televisión ni de Internet.
Vino de una trompeta y de unas cicatrices,
de un sonido de viento y perdigón a las costillas.
De un sentimiento distinto en las mismas sonrisas,
en los amigos y el rimo latino que da color a los platos.
Me esforcé en olvidar lo que ya sabía para aislar lo nuevo y hacerlo mejor.
Las siete colinas, y un on the rocks con regusto a óxido.
Es un microsegundo donde coinciden los bongos y el viento y el codo en la posición correcta
y la rubia y la morena y el rayo de luz rosa y el destello de chaleco mojado aprendí algo:
que es inútil hacer planes.
martes, 15 de noviembre de 2011
Podía sentir como el frío helador entraba por la rendija inferior de la puerta de la habitación. Mi cuerpo, todavía colapsado por la botella de Ron Magua no respondía a ningún indicio por intentar evitar un posible resfriado, sólo era capaz de concentrarme en una única cosa. Fumaba mi cigarrillo mientras se empezaban a colar los primeros rayos de sol, produciéndome un desagradable aturdimiento. Mierda puta! No hay cortinas en esta cagada de Motel. Me levante rápidamente –debería haberlo pensado dos veces antes de ejecutar la maniobra tan rápidamente- cogí mi máquina de escribir y fui directo a encerrarme en el baño como medio de protección ante aquellos horribles rayos solares. Apoyé mi trasero sobre el retrete colocando la máquina de escribir sobre mis rodillas.
Me desperté. No conseguía enfocar correctamente pero el dolor de cuello y la incomodidad del respaldo me daban la idea de que no había dormido en la cama. Desperezaba mis músculos a través de estiramientos varios, al mismo tiempo que mi retina volvía a enfocar decentemente. Que sitio más horrible, todo estaba cubierto por esa decoración típica de apartamento playero de alquiler en los que siempre suele haber una barata reproducción de Los Girasoles de van Gogh. ¡Buff…que pereza todo! ¡Me quedaría aquí sentado todo el día! Algo se me clavaba en el costado, un inesperado bote de Ketchup marca Heinz que opte por arrojar a la bañera. En ese momento me percate de que la máquina de escribir estaba tirada en medio de la bañera y junto a ella un papel con algo escrito. Pero antes de leer cualquier cosa, tenía la necesidad de una paja mañanera. Me aburría, siempre la misma mano, tan monótona y conocida, además tirar de imaginación y recuerdos se me antojaba totalmente agotador con semejante dolor de cabeza. Cogí el bote de Ketchup para escupir sus últimas gotas sobre mi mano derecha. Una primera sensación de extrema rareza junto a un toque gustoso de frescor estaban haciendo de esta paja algo inolvidable.
Limpiaba mi mano introduciéndola bajo el grifo a la vez que alargaba mi otro brazo para coger el papel depositado junto a la máquina de escribir. Algo mojado, me seco las manos con lo único que llevo puesto, mis húmedos calzoncillos. Pienso en la posibilidad de coger algún tipo de putada venérea debido al Ketchup, pero no, seamos optimistas, así que comienzo por fin comienzo a leer.
lunes, 14 de noviembre de 2011
En un sueño me hice una foto con Herbie Hancock que tenía las manos de mi abuelo
viernes, 11 de noviembre de 2011
11-11-11 (reflexión tonta del viernes)
jueves, 10 de noviembre de 2011
"Está en nuestra naturaleza"
Fue tan… cruel.
Martes
sábado, 5 de noviembre de 2011
Nunca es igual
Llegaba a casa, cansado, tras un día de esos que calificaría como “duro”, aunque realmente se que la mayoría de la gente lo echaría al saco de “un día más”. Clase por la mañana, clase por la tarde y sumarle a ello un desplazamiento de cuarenta minutos para la ida y otros tantos para la vuelta. Pues eso! que llegaba a casa tras un día relativamente agotador. Entraba por la puerta echando a la familia –ya acomodada en el sofá a punto de cenar- un saludo escueto como mero trámite que me posibilitara dirigir mi persona directamente a mi cuarto sin tener que entablar ningún tipo de conversación sobre como ha ido el día, que he hecho…etc, para luego tener que escuchar la típica frase que repatea las pelotas tipo “como todos o ya será para menos”. Cumplido mi objetivo, me adentraba en el pasillo hasta llegar a mi cuarto, pero antes de entrar, pude ver algo en el cuarto de estar que me había echo captar mi atención a la vez que hacer surgir levemente una sonrisa en el rostro. La apatía se esfumaba y aparecía en mi cuerpo una sensación de recompensa por el día, como si hubiese echado un polvo rápido de final de tarde. En mi mente podía vislumbrar repetidas veces la palabra:
FNAC! FNAC! FNAC! FNAC! FNAC! FNAC! FNAC! FNAC! FNAC! FNAC!
Si mis ojos no me engañaban –tengo algo de ceguera a distancia-, lo que había encima de la mesa era una bolsa de la Fnac de un tamaño mas que considerable. Mi padre por fin había bajado a la Plaza España para hacer realidad, a través de cambio monetario, sus listas de discos en las que suelo apuntar de forma sutil algún que otro disco con el objetivo de que en el acto de compra, quede sucumbido por el nombre apuntado para que seguidamente acabe cediendo e introduciendo el disco en cuestión en la cestita de la compra. Este proceso –que a simple vista puede parecer fácil y simple- ha necesitado de la experiencia de los años y de ensayo-error hasta conseguir la confianza paterna necesaria –en lo musical- que le hace acceder a la compra de mis recomendaciones. Comienzo a encontrar cierta superioridad en conocimiento y gusto musical, pero sin menos preciar en ningún momento, ya que siempre seré deudor y admirador suyo por haberme echo escuchar y amar lo que otros no son capaces ni siquiera de apreciar su existencia, para ahora llevar mí propio camino –todavía mas importante-. Aunque suene algo arrogante, actualmente me atrevo a decir que he conseguido tener un conocimiento musical sobre mi figura paterna muy amplio, pudiendo saber en un 90% de las ocasiones el disco que le va a gustar o no. El 10% restante lo dejo para las irremediables sorpresas. Aunque como en alguna ocasión ocurre, el también me da grandes sorpresas que me hacen pupitaindaheart.
Por poner más o menos un tiempo aproximado en el inicio de la relación musical padre e hijo, podría decir que todo comenzó con mi adolescencia (14-15 años). Me compraron mi primer y actual ordenador, creando inmediatamente una carpeta “Mi música” que en los próximos años estaría llena de todos los grupos indies del momento que ejercían un discurso rock directo y adolescente (y muy bueno). Como buen pesado que soy, hablaba y hablaba a mi padre de todos estos grupos, hasta que finalmente –con una mirada de reojo- acabó comprando unos cuantos discos de estos. Se produjo un fracaso total que lo achaque a las diferencias generacionales, aunque curiosamente, posteriormente fui observador de que el fallo no recaía en estas diferencias, sino que la música escogida no era la adecuada a su persona-gusto. El primer síntoma que hizo rechazar la idea de un corte generacional, se produjo cuando llego a casa tras haber comprado unos cuantos discos, entre los cuales se incluía Hostal Pimodan de Lori Meyers. Sorprendentemente, en aquellas vacaciones de verano, fue este disco el que marcó el inicio de una simbiosis musical con trayectoria exponencial tendiente a infinito; además de convertirse en el primer concierto en compañía del amigo Fran.
Comenzaba bachillerato. Me introducía en dos años oscuros pero no negros, una nueva etapa adolescente de carácter negativo se ponía enfrente de mí. Ello deriva en escuchar nuevos géneros-estilos musicales: trip-hop, una y otra vez la discografía de Radiohead, algo de post-punk y mi tío me regalaba el Kind of Blue de Miles Davis. Con este momento de evolución musical-personal – y Morente-, es cuando se asienta de forma ya fluida y perenne, la conexión musical padre-hijo.
No me voy a enrollar más con chorradas mías de la relación interpersonal con mi padre –aunque lo dejo todo a medias tintas-, así que voy a optar por volver a los inicios del texto y a las sensaciones que me producía la bolsa Fnac de cuantioso tamaño. Dejaba tirados encima de la cama todas mis prendas de calle para ir directo y con ansia a sacar el contenido de la bolsa. A simple vista, podía intuir que más o menos podría haber entre 10-12 discos, a un tamaño medio de grosor de unos 3-4 cm. Introducía las manos, palpando el interior, haciéndose mis expectativas ciertas. En el otro extremo de la casa, escuchaba algún grito para que fuese a cenar, pero mentalmente abstraído en lo mío, sudaba olímpicamente de cuestiones alimenticias, conllevase lo que conllevase. Ahí estaban, diez discos colocados en columna encima de la mesa redonda de cristal. El primero lo conocía, se trataba del último de PJ Harvey, luego venía Scremadelica (por fin, ya era hora), el último de Wilco (portada y disco muy chulo), unos cuantos de relleno y una sorpresa para el final.
Un disco con una portada que parecía haber sido realizada por el editor de imagen oficial de Bollywood –yo pensaba que carajo había comprado este hombre-, pero pronto percibí la presencia de los nombres Pepe Habichuela y Javier Limón, además de que la portada anunciaba el apellido Shankar. Corroído por la curiosidad, me puse a escuchar Anoushka Shankar y su disco Traveller y a cotillear vía Internet sobre ese nombre de mujer totalmente desconocido para mí. Cuarenta minutos más tarde estaba diciendo: “Así da gusto marcharse a la cama”.
miércoles, 2 de noviembre de 2011
Cuentos del ácido
domingo, 30 de octubre de 2011
sábado, 29 de octubre de 2011
Los peligros del humor negro
miércoles, 26 de octubre de 2011
MGMT - Congratulations
¿Cómo habrán quedado todas aquellas hordas indies a la espera de un segundo disco de MGMT plagado de nuevos hits que bailar en las fiestas más modernas de la ciudad?
Si lo fácil hubiese sido hacer un disco continuista a la formula “Oracular Spectacular” (2008), con nuevos singles deudores de los macro-coreados “Kids”, “Time to Pretend” y “Electric feel”: No lo encontraran y muchos pensareis: ohh! pero que me cuenta este tipo si los escucho todos los sábados noche en el bar.
Andrew VanWyngarden (guitarra y primera voz) y Ben Goldwasser (teclado y voz), dan una vuelta de tuerca total, presentando lo que podríamos llamar como un nuevo debut. La incorporación de Sonic Boom (productor) deja clara influencia, ya sea en la labor de productor del disco o como gurú del grupo; sumergiendo a los miembros de MGMT en cauces “triperos” totalmente diferenciales al disco predecesor.
El disco nos conduce alternando vuelos altos con descensos a pasajes psicodélicos con aromas a infantil adolescencia -divertidos circos- deudora de los teclados de Ray Manzarek (The Doors) entremezclada con las idas de cabeza del juglar contemporáneo Tim Buckley. No es un disco de primera escucha, pero tiene aquello que te incita a abrir de nuevo la caja del disco, sacarlo, depositarlo en el reproductor para darle seguidamente al play y detenerse una media hora para escuchar. Como bien dije, no es un disco de singles, pero a la hora de poner el disco entre el colectivo de gente que me rodea, he podido intuir especial emoción en temas como Someone's Missing y la sorpresa de una noche en un bar Brian Eno.
Sin ninguna duda, “Congratulations” (2010) es uno de esos discos que me pondría para salir a dar una vuelta al parque.
domingo, 23 de octubre de 2011
Sentimiento distinto
sábado, 22 de octubre de 2011
FIZ 2011. Parte 2: Frotaba y frotaba.
Todavía concentrados entorno al coche en Arzobispo Apaolaza 28, era el momento de regresar con un buen bocata en mi mano derecha junto a un cubata en la izquierda. Estábamos despiertos, preparados y más que mentalizados. Debate abierto entre la asistencia a James o Chelis, para mi el debate no existía, tenía bien claro que James (grupo cabeza de cartel) no me proporcionaba ningún tipo de emoción por el que asistir a su espectáculo –me compre un par de discos para probar- y llevaba mucho tiempo que andaba buscando la asistencia a una sesión de Chelis, encontrando en esta noche el lugar ideal para ello. Subía las escaleras intuyéndose lo que parecían las últimas notas de la sesión anterior de Pendejo dj, haciendo cumbre en el lugar donde se podía escuchar a todo el mundo en los cortos intervalos de silencio que otorgaba la música decir: “yo nunca, jamás…pero hoy”. Ahí estábamos, cuatro o quizás cinco o seis, abriéndonos hueco y colándonos hacia las primeras filas con un creciente hormigueo que comenzaba a reinar mi cuerpo como preludio al maravilloso caos que tenía que llegar a continuación. Al mismo tiempo, un larguirucho con barba comenzaba a enchufar sus aparatos. No lo podía creer, por primera vez me encontraba ante una situación en la que un dj sacaba a través de sus platos ritmos y sonidos que se correspondían a mis ideas e improvisaciones mentales, incluso en algún momento conseguía sacarme las cosquillas pillándome totalmente en cueros –parece que tenían razón los de la Rockdelux-. Estábamos teniendo momentos de gran esplendor fisicoquímico contagiado por toda la sala, como si de una infección de pepinos españoles se tratase. En algún momento que no recuerdo ni se que pudo pasar –imagino que algún tipo de chinamiento colectivo capad de una bomba de humo que nos alejase del lugar- hizo encontrarme en un bazar chino suplicando a una madre con sus hijas por la compasión de vendernos a esas horas de la noche una trascendental botella de cerveza. Utilicé mis nuevas tácticas de persuasión adquiridas recientemente en un curro como promotor en la universidad, puse en acción todas ellas, desarrollando la escena tal y como esta planificada, punto por punto hasta llegar el momento donde ya no se sabe decir no. Todavía me pregunto el porque, pero resulto totalmente catastrófico, nos encontramos en la calle perdidos y sin cerveza –aunque por lo menos hacia buen tiempo-. Definitivamente parece que resulta mucho más simple y fácil engañar a un estudiante universitario/a que a una familia de chinos. Buscando cerveza -nuestra economía no nos permite pagar los precios de las barras del Fiz-, finalmente desistimos o quizás la solución fue encontrarnos en el coche de Nacho para que nos ayudase a calmar nuestra sed. La verdad es que ahora mismo tengo un poco desestructurada la noche, teniendo recuerdos pero sin saber situarlos correctamente en un espacio-tiempo concreto, con lo que muy posiblemente lo que estoy escribiendo no se corresponda correctamente a la noche. Por ejemplo, se de la existencia de un momento –no se donde situarlo- en el cual me encuentro con un tipo (no recuerdo su nombre, solo se que es amigo de Fran) con una magnifica estética Miedo y Asco en las Vegas que me produjo una envidia y admiración, que tuve que preguntarle inmediatamente de donde había sacado esa estupenda camisa hawaiana en verde pistacho. Creo que ya era la hora, se acercaba el momento de la actuación de pony bravo, perdón que el subconciencia me traiciona, llegaba el momento de la actuación de Triangulo de Amor Bizarro. Un desparrame de punk eléctrico, noise, distorsión o todas las etiquetas que les quieras poner, nos sumergieron en una hora intensa de sudar la camiseta, de corear sus canciones, de algún que otro empujón con el de al lado –para hacer la broma, pero siempre con cariño-, de algún lametazo a la novia, de correr repentinamente a primeras filas. Con un sonido entre Sonic Youth y The Jesus and The Mary Chain, nos tuvieron una hora entregados en cuerpo y mente para dejarnos en pleno éxtasis y en busca de un sitio donde poder un rato descansar y dejar evaporar el sudor de nuestras camisetas. Encontrado el sitio ideal donde dejar tirados nuestros cuerpos durante un rato, el siguiente objetivo era no despistarnos en demasía para no perdernos la actuación “psicotrópica” de Delorean. Entramos tarde, pero sin duda en el momento perfecto. Justo entrar para empezar a sonar la famosa Deli, haciendo desaparecer nuestro cansancio acumulado durante la noche e introduciendo y dirigiendo entre el público nuestras piernas hasta el fondo margen derecha. Alguna que otra broma respecto de lo que estaba sonando, además de estar viendo entre el público chicas que excedían el culmen de lo moderno Indie. Aun no siendo santos de mi devoción, su música resulto ser prefecta para el momento y la droga que nos habíamos tomado, pudiendo sacar un gran partido de todo y todos. No se en que tema comenzó –no me conozco la discografía del grupo- pero nuestros odios comenzaron a correrse, surgía de ellos su calida cera acumulada en su interior derritiéndose por el suelo –amarilla, pudiendo ser chapoteada- a la vez que otros riachuelos de cera ascendían desde nuestros odios hacia lo más alto del auditorio, conformándose sobre mi una imagen de sinuosos ríos de cera derretida –de vez en cuando sentía alguna gota caliente caer- como si estuviese visualizando una variación del salvapantallas de Windows en el que comienzan a surgir tuberías por toda la pantalla. Sentía que las chicas de al lado se separaban de nosotros –carapapas-. Esto llegaba a su cúspide, frotaba y frotaba mi cuerpo, al tiempo que por el rabillo del ojo podía ver en un extremo a Chelis, teniendo ganas de acercarme y darle un besazo en la mejilla por el buen momento que me había echo pasar en su sesión, me parecía demasiada distancia que recorrer así que opte finalizar el momento con un abrazo colectivo pillando a todo aquel que estuviese en mi entorno –conocido o no conocido. En corro, abrazados, nos sentíamos y sentíamos la música por nosotros, parecido a aquellos momentos vividos en el concierto de Primal Scream en el FiB, pero sinceramente sin ningún tipo de comparación, hablamos de distintos niveles. Dejándome en tal estado, acabaron, dando por terminada prácticamente la edición Fiz 2011. El cierre del festival quedaba en manos de Kele Okereke, aunque podría haberme ahorrado perfectamente los veinte minutos de asistencia a su sesión y haber estado en cualquier otro lugar de manera mucho más complaciente y mira que era fácil hacerme cosquillas. Subimos arriba, un abrazo con mi prima, reconciliación con el dueño del bar de al lado de casa, Monty me chupa el dedo y pierde todas sus posesiones, finalizamos la velada con unas cervezas en el Jimi Hendrix.
miércoles, 19 de octubre de 2011
Seun Kuti & Egypt 80 – From Africa with fury: Rise
Fela Kuti = Afrobeat: hibridación de jazz, funk, highlife y multitud de otros estilos conjugados entre si.
Seun Kuti recoge el legado dejado por su padre para expandir y llevar a otros límites el afrobeat, introduciéndolo en pleno siglo XXI. Cantos sugerentes secundados por gritos inaudibles de LSD. Una formación de vientos que introducen riffs sin cesar, haciendo peligrar la posibilidad de introducir un virus en nuestro cuerpo que nos haga perder el control del movimiento pélvico. Seun Kuti –compositor, cantante y toca el saxo- se pone al mando de la enorme banda de su padre Egypt 80 para firmar un segundo trabajo colosal. El disco nos sumerge desde el primer segundo en una dinámica de ascenso hacia el pleno éxtasis, sin dejarnos un ápice de descanso (ni lo quiero). Es a partir del cuarto corte Rise, cuando parece que la batería baja algo su trepidante ritmo para sumergirnos durante unos minutos en una atmosfera de purificación mental y emocional –catarsis Aristotélica-. La participación como coproductor de Brian Eno otorga al disco aires de nuevo siglo y un sonido plagado de pequeños arreglos. África tiene un color especial.